Cádiz CF
La importancia del mensaje
El pasado viernes se midieron en Córdoba dos discursos muy diferentes y que se reflejaron desde el primer momento sobre el césped y la grada del Arcángel
Ontiveros se desactivó

Vale, ¿que igual Iván Ania se coló tres pueblos con eso de ganar los cinco últimos encuentros para sumar quince de quince y hacer todo lo posible por disputar el 'play off' que tenía y sigue teniendo a ocho puntos? Es posible. Tan posible comoel baile al que sometió al Cádiz CF con su Córdoba el pasado viernes para dejar a los amarillos a cinco puntos de distancia y en la decimotercera posición. Por no hablar de la buena tarde noche de fútbol que le regaló a su animada afición.
«Queremos acabar lo más arriba posible. Todavía tenemos posibilidades matemáticas de conseguir algo más y mientras estén, las apuraremos. Tenemos que intentar cerrar la temporada de la mejor manera posible, intentando sumar de tres. Si hacemos 15 puntos, todavía tendremos opciones. Es difícil, por supuesto, pero todavía no podemos renunciar a nada. Si por algo se caracteriza este equipo es por no renunciar a nada». Esas fueron las palabras en la previa del encuentro ante el Cádiz CF y el resultado de su moral fue el que se vio desde el primer minuto de juego en los que los blanquiverdes comenzaron a someter a un desnutrido once amarillo.

Y es que las palabras importan y mucho. A diferencia del entrenador asturiano del Córdoba, en Cádiz, Gaizka Garitano lleva hablando desde hace ya un par de meses más de descenso que de ascenso. Y eso cala en el vestuario de unos jugadores que tan pronto como su jefe comenzó a lamentar y recordar la posición en la que cogió al equipo -en puestos de descenso- comenzaron a bajar el pistón hasta meterse de nuevo en la lucha por no bajar, algo que está lejos gracias a que desde Navidad ya había tres equipos descendidos y a que el Eldense no le va a dar siquiera para meter un sustito ni al Zaragoza.
Lo peor de todo es que el que ha salido perdiendo más ha sido el propietario de ese discurso victimista y que coincidió en el tiempo con el cierre de un mercado de invierno donde el club le debilitó más que lo reforzó con la llegada de dos jugadores de Primera RFEF y la salida de varios que estaban contando con minutos como los casos de Alejo y Kouamé. Puede que por sentirse desoído y en función de lo que tenía, él mismo advirtió en sus palabras que su objetivo no podía ser más que la permanencia. Posiblemente, llevase razón, pero en cuanto rebajó el discurso su equipo se le comenzó a caer de manera estrepitosa.
El fútbol son sensaciones y las que se vieron el pasado sobre el césped del Arcángel fueron muy distintas en dos equipos, uno recién ascendido de Primera RFEF y el otro recién descendido de Primera División, que interpretaron a la perfección las declaraciones de sus respectivos entrenadores. Así, mientras el Córdoba tiraba de la moral de Iván Ania, el Cádiz CF se hundía en la apatía de un relato que ha terminado de hundir al once gaditano en la mediocridad y el aburrimiento.
Solo había que ver la encendida grada del Arcángel, que llevó en volandas a los suyos, y compararla con el sopor y el enfado que se respira en los partidos del Cádiz CF en Carranza. Y es que aunque no sea determinante, el mensaje cuenta y su importancia no es anecdótica, algo que debería haber sabido un Gaizka Garitano que de haberse ganado al cadismo en sus primeros partidos ha pasado a despertar cierta irrelevancia en una hinchada a la que si se le dice que el vasco no seguirá tampoco pondría el grito en el cielo.