LA HOJA ROJA

A dos velas

Fue un aviso, eso sí, para constatar lo frágiles que somos, la dependencia que tenemos de la tecnología y lo fácil que sería acabar con el mundo que conocemos

Yolanda Vallejo

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En días como el de hoy, me acuerdo mucho de mi madre. Imagino que como cualquiera de los que hoy se sienten más huérfanos que nunca, porque a pesar de los anuncios de colonia y los ramos de flores, para mí, todos los días son ... el día sin madre. Nunca se acostumbra uno a esto y todavía me duele la sensación de que tengo que hacerle una llamada o contarle alguna cosa que no podría contarle a nadie más. Mi madre se murió –no diré lo de se fue, porque no se ha ido a ninguna parte y porque no hay que tenerle miedo a la palabra muerte- hace siete años, el tiempo que, según los expertos en obsolescencias duran las lavadoras y los matrimonios. La teoría de los septenios, ya sabe, que formuló Rudolf Steiner para ponerle nombre a la constante sucesión de cambios que se hacen evidentes cada siete años. Eche la cuenta y saque sus propias conclusiones.

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