OPINIÓN

Los plomos

Nada de recibos impagados ni de plomos de quinta generación, un Gran Apagón en toda regla

Antonio Ares

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En aquel barrio obrero, en aquellas humildes casas de vecindario, desde siempre, estaban acostumbrados a los cortes de luz. Nadie se extrañaba que, sin previo aviso, algún vecino, y a veces toda la vecindad, se quedaran a oscuras. A menudo la causa era un simple ... impago. Las vecinas, las verdaderas expertas en economía doméstica, estaban siempre pendientes de cual era el último día para acudir a la ventanilla a pagar la luz. Pero a veces surgían imprevistos. Entre las prioridades económicas de los exiguos sueldos estaban el alquiler del partidito, el ditero, el recibo de «los muertos», la luz y el agua. En otras ocasiones las causas del corte eran los plomos. Una sobrecarga de consumo hacía saltar y fundirse esos hilillos de cobre que, en una caja de porcelana blanca instalada en el contador, garantizaba que nadie se pasara más allá de la potencia contratada.

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